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Partir
"No tenia nada , absolutamente nada, ni pasado ni futuro, apenas sabia lo que significaba el presente.Solo tenia mis sueños.Una cabeza llena de sueños, fabricada desde el principio para contener unas cantidad increíble de sueños.
Sueños que habian inoculado a lo largo de los años para, luego, dejarme suelto con la cabeza llena y los bolsillos vacíos..."
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El hombre y el cocodrilo , Cuento de Amadou Hampate Ba.
Presentado y adaptado por Paquita Reche, mnsda
Obtenido de africafundacion.org
De este cuento tradicional, circulan en África Occidental varias
versiones, más o menos largas, todas reflejan uno de los aspectos más
feos de la naturaleza humana: el desagradecimiento. Defecto, al que en
un momento u otro, nadie escapa por activa o por pasiva y que uno de
nuestros proverbios castellanos resume de forma lapidaria y contundente: “Cría cuervos y te sacarán los ojos”.
En el cuento peul, recogido por Hampate Ba, la liebre ocupa un lugar
importante dando al mismo tiempo una lección de prudencia, virtud que de
debe acompañar siempre las acciones por buenas que sean.
Un día se declaró un gran incendio en la selva, las llamas llegaron
cerca del río y acorralaron a un cocodrilo imprudente que tomaba el sol
lejos de la orilla. Cegado y desorientado por el humo, el cocodrilo no
encontraba el camino para volver al río y se alejó cada vez más del
agua. Pasó varios días sin poder comer. Hambriento y desesperado
gritaba:
-¡Ayuuuda! ¡Ayuuuda!
Un hombre que volvía del campo oyó los gritos, se detuvo, vio al cocodrilo y le preguntó:


El hombre, después de pensarlo unos momentos, se acercó y pidió al
cocodrilo que se metiera en un saco para poder llevarlo más fácilmente
sobre su cabeza.
Así llevó su pesada carga hasta la orilla. Para facilitar las cosas
al cocodrilo se adentró en el agua y lo soltó. Este se zambulló en el
fondo del río y de un rápido movimiento se volvió. El hombre, que no
había tenido tiempo de llegar a tierra, sintió de pronto las fauces del
cocodrilo mordiendo su pié mientras le decía:


No pasó mucho tiempo hasta que llegó un yegua desdentada y tiñosa. El
cocodrilo la amenazó con mil males si se atrevía a beber antes de
decidir entre él y el hombre quién de los dos tenía razón.


A la misma conclusión llegó un viejo asno lleno de llagas.
Interrogado cuando también vino a beber al río, dijo que todas las
buenas acciones que había hecho por los hombres se las habían pagado con
golpes y abandonándolo viejo y enfermo en un vertedero.
El hombre no aceptó ninguno de los dos juicios y pidió otra opinión.
Al cabo de un tiempo llegó una liebre.
El cocodrilo la llamó para que juzgara entre ellos. La liebre aceptó con solemnidad..


Cuando el cocodrilo terminó de hablar, la liebre se volvió hacia el hombre.

A su vez el hombre habló:

Después de escuchar atentamente, la astuta liebre dijo dirigiéndose al cocodrilo:

Y dirigiéndose al Hombre:

El cocodrilo confiado entró en el saco procurando dejar fuera una punta de su cola. Entonces la liebre susurró:

El hombre cargó con el saco e invitó a la liebre a su casa para que
su familia le agradeciera lo que había hecho por él. Juntos emprendieron
el camino hacia el poblado. Al llegar a su casa, el hombre entró para
comprobar su estado antes de hacer entrar al visitante. Se encontró con
algo inesperado: su hijo predilecto estaba gravemente enfermo y el
curandero consultando las conchas adivinatorias para encontrar remedio a
la enfermedad. Se quedó parado hasta que el curandero le dijo:


La liebre, que había entrado sigilosamente y escuchado la
conversación, escapó a grandes saltos y se perdió entre los matorrales,
diciendo:

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